
Con toda esa juventud
que le desbordaba entre sus manos
inundaba de luz aquel espacio
repartía alegría y color.
En cada mechón rubio de su pelo
albergaba un sueño,
una ilusión.
Él se enamoró de su sonrisa
y del eterno brillo de sus ojos,
se aproximó silencioso, dulce, perfecto
como un auténtico príncipe azul,
salpicando todo del encanto
de su palabra, impecable y certera,
además del embrujo profundo
del mar de sus ojos verdes,
con vidas y vidas vividas en el tiempo.
Él puso el mundo a sus pies
y sin que apenas se notase
la rodeó de un muro
cada vez más infranqueable,
poco a poco sin hacer ruido
transparente y tupido
como tela de araña
que empezó a inmovilizarla.
Miedos
celos
crearon surcos,
abismos como noche sin estrellas.
Ella escondió su escote,
alargó su falda
y en el camino aquél
sin darse cuenta apenas
se fue borrando aquella sonrisa,
aquella que un día enamoraba
ahora provocaba.
No olvides las señalesUn día se descubrió sola,
en esa soledad oscura acompañada,
arrinconada, sin camino,
en un mundo hostil,
con las alas tronchadas
y una pátina gris cubriéndola hasta el alma.
Asfixia
ahogo
ansiedad
impotencia
rabia
Trató de levantar el vuelo
con sus alas tronchadas,
pero el dolor y el miedo
sangraban desde su mirada.
Allí estaban los de siempre
de los que él le apartaba,
abriendo los brazos para abrazarla,
para rescatarla,
para llenar su abismo de ternura,
para curar sus alas con bálsamo de caricias,
sin esperar nada,
y volver a pintar su sonrisa mutilada,
coloreando ese mundo gris
por el que desde hace tanto tiempo transitaba.
No olvides las señales
no te saltes las señalesQue nadie rompa tus alas,
que jamás borren el brillo de una mirada.
(A.A.M.) © 2010