De todas aquellas mariposas de colores
que coronaban cada rincón de mi casa,
de mis libros,
de mi alma,
de toda mi vida,
fue una mariposa negra
la que hizo nido en mis ojos,
en un tiempo frío y eterno.
El aleteo de aquella mariposa negra
inundaba mis ojos de lágrimas,
eran lágrimas negras de dolor
como sus alas.
Eran lágrimas de duelo,
de pérdida,
de adiós sin retorno.
Lágrimas negras y frías
de mariposa negra.
De todas esas palabras
que entonces me poblaron,
sólo una mueve y remueve
hoy mi raiz
y abona la tierra llena de ausencia,
donde se posaron mis pies
rodeados ahora de mariposas negras.
(A.A.M.) © 2012